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El gran fotógrafo gallego: Virxilio Viéitez.

Hace exactamente dos días, el Domingo 15 de Julio de 2018, se cumplían 10 años de la muerte de uno de los fotógrafos gallegos más relevantes del siglo XX.
Nuestra idea en un principio, era hacerle un breve homenaje (recordatorio) por las diferendes redes sociales, pero no bastaba: ¡era tanto lo que queríamos compartir de él!, ¡tanta su aportación a la fotografía y a nuestra tierra! que un efímero mensaje por esos canales se quedaba más que corto… De esta manera, decidimos dedicarle unas palabras en nuestro blog. Nunca está demás, pensamos, hacer recordar a aquellos su persona como contribuir con nuestro granito de arena para que otros, que no lo conozcan, lo descubran y se dejen llevar un rato por su vida y su arte.
Pues hoy va por él.

 

Pinceladas biógraficas. Sus inicios cómo fotógrafo

El fotógrafo Virxilio Viéitez nació en Soutelo de Montes, un pequeño pueblo de la provincia gallega de Pontevedra, en 1930. Comenzó a trabajar a los 16 años de edad en las obras del aeropuerto de Santiago de Compostela y dos años después como mecánico en el Pirineo Aragonés. Allí compró su primera cámara, una Kodak de cajón de formato 6×9, con la que comenzó a fotografiar paisajes y retratar a sus compañeros de trabajo, a quienes después vendía las fotos. Buscándose la vida, se traslada a orillas del mar Mediterráneo, en Cataluña, donde gracias a su amistad con un empleado del fotógrafo local, aprende a revelar fotografías por las noches en su estudio. Pero será trabajando como empleado del fotógrafo Julio Pallí,  cuando realmente aprenda el uso de la cámara y conozca los secretos del trabajo de laboratorio. Virxilio de esta manera,  comienza a realizar fotografías de calle y de estudio,  la mayoría de ellas hechas a los turistas de la Costa Brava.

Virxilio Viéitez
Virxilio Viéitez en el último retrato para el que aceptó posar realizado por su hija Keta Viéitez.

En este momento, ya se perfila lo que marcará su fotografía para siempre y sin pretenderlo, porque no hay que olvidar que el mismo Vieitez no buscaba hacer arte si no que su mirada y la captación de cómo veía y entendía el mundo era arte en sí mismo. Él sólo buscaba ser un profesional y utilizar la fotografía como medio de vida. Hasta incluso fue, mucho tiempo después, cuando el propio fotógrafo sentía una especie de extrañeza al ver sus fotografías expuestas de aquella manera, en gran formato y fuera de su uso y contexto originario: retratos por encargo, para recuerdos personales o para documentos de identidad.

Más que retratos

Al volver a su lugar de nacimiento en Forcarei es cuándo se profesionaliza como retratista realizando trabajos fotográficos por las diferentes villas y aldeas cercanas. Viajó por toda la comarca haciendo fotografías en las ferias, a la salida de las misas, reportajes en casamientos, comuniones, bautizos y velatorios, pocas del trabajo agrícola aunque era el ambiente que le rodeaba.

Sin querer compone hoy un verdadero archivo sociólogico de un momento y lugar determinado: los retratos para el carné de identidad, que se hace obligatorio y que le lleva por las aldeas a retratar a todos, hombres y mujeres, niños y ancianos, más y menos pobres; imágenes que retratan la forma de vida de un pueblo y sus costumbres…

Sí sólo fuera eso, no sería una de las figuras más importantes de la historia de la fotografía gallega del siglo pasado. Y es que la calidad artística de sus fotografías lo conforma la maestría para recoger la autenticidad de vidas que de forma contenida logran clavar nuestras miradas, y transmitirnos el drama, la fortaleza, la soledad y las realidades que existen detrás de las suyas aparentemente bajo la sencillez más absoluta.

Son miradas universales de mundos particulares en un contexto específico. Hablamos de contexto específico, entre otras cosas, porque la fotografía en aquel momento encarnaba una función social muy determinada, lejos ya de la que tiene hoy día (en principio, ya que este tema daría para otra entrada), reflejando fenómenos tan concretos como la emigración de aquellos tiempos.

Caracterizan sus fotos la cuidada atención de los fondos y los diferentes elementos que introduce, así como la posición del sujeto y la relación entre ellos si son varios. Casi siempre son imágenes frontales, estáticas, con un pronunciado carácter sobrio y austero, pero sobre todo llenas de dignidad.

Es interesante como Virxilio trabajaba con escasos medios, empleando como telón de fondo un simple paño blanco o, sin tener agua corriente en la casa, lavando los negativos en la fuente de la plaza. Ello no ha impedido que su técnica haya sido cualificada de excelente por aquellos expertos que estudian su trabajo y que se le haya comparado con fotógrafos de la talla de Paul Strand, August Sander, Walker Evans o Diana Arbus y Richard Avedon.

Fue en los 80 cuando abandonó su actividad como fotógrafo.

Su hija Keta Vieitez es la responsable del descubrimiento de la labor de su padre, tras organizar en 1997 una exposición en Soutelo que, tras su vista por Manuel Sendón y Suárez Canal, comienzan un gran trabajo de investigación, restauración y difusión,  para que su obra sea conocida no sólo en Galicia, sino más allá de sus fronteras y de forma transversal en lo que a géneros artísticos se refiere.

«Una cosa fundamental de la fotografía es que la imagen sea nítida y transparente. No soy partidario de las imágenes borrosas»

«Para mí, la fotografía más bonita es la de calle»

Virxilio Viéitez

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